EGO SUM
Muestra del colectivo cartaginés 8MOGO, en la Galería Roberto Sasso Sasso de VERITAS
Por Luis Fernando Quirós para Modular: Observatorio del Diseño
Indagar sobre sí mismos
Asumir la investigación autoreferencial es un paso de madurez en el camino o proceso emprendido por todo artista contemporáneo; es muy importante dar dicho paso para reconocerse ante el universo de lenguajes de la Babel actual, de cuya torre fluyen expresiones de intensa diversidad. Si esa ojeada sobre sí mismos la engatilla un colectivo como el de 8Mogo, es muy válida, en tanto desde hace varios años que se siente su existencia de grupo con sus reverberaciones cuestionantes y, quisquillosas respuestas sobre su identidad de grupo.
En una Babel de polifacéticas maneras de buscar la identidad en arte, una pintura puede que se transformara en objeto-pintura, o que su soporte sea una fotografía, o un objeto vil y común como un inodoro, un radiador de auto, una jeringa cargada de flujos sanguíneos que apunta hacia el espectador para inyectarle incertidumbre; eso es muy válido como la pintura sobre tela de todos los tiempos. Desde las tan comentadas experiencias de Marcel Duchamp en el temprano Siglo XX, el objeto subió a un pedestal para disertar con otra jerga desafiante dentro de las aguas de nuestra interpretación.
“Taller 8Mogo”
Es una casa/taller donde se imprime al espacio y a la experiencia artística el concepto de “abierto”, en el sentido amplio de la palabra: abierto a la incertidumbre, a las paradojas del arte de hoy que suele ser boomerang, que si no se sabe sujetar en su retorno, nos golpearán.
Al taller se va a buscar problemas en el sentido amplio del término, por lo tanto también hay encuentro y se gesta un producto; si no existieran problemas en el arte la creación sería simplemente complaciente y carente de valor. Porque también existe en el mundo demasiada pintura y escultura complacientes, que no dicen nada, no aportan nada porque no investigan, no crean ni mucho menos innovan pues no conocen el camino; dichos artistas no son caminantes ni exploran el proceso cuyo sinónimos es el taller.
Las piezas de Carlos Mata hacen referencia a la carga de memoria que puede portar un material y por su disposición en la sala atavían al espacio de una “galera de significados” como si estuviéramos leyendo uno de aquellos libros incunables de la época pre-gutembergiana. La pintura de Siddartha Mejía contrapone el alternativo juego de sus cuadros con pintura spray que realiza en centros comerciales y espacios públicos, y resume en ese espacio blanco y vacío una poesía muy interior: ojeada hacia sus adentros, a su propio “Ego Sum” dentro del colectivo de 8mogo. Lo expuesto por Felipe Martínez, es inquietante, por esa piel verde que va recubriendo objetos, edificios, personajes, hasta la sombra misma se enmaraña de ramajes para engullirnos a nosotros mismos los espectadores. Ronald Mejía interpreta su ensimismamiento en clave objetual, de naturaleza incisiva, cuando engatilla la certera estocada a nuestra sensibilidad con sus “armas” punzantes. La obra de Nelson Díaz se vuelve hacia la paradoja, hacia el camuflaje, hacia el doblaje y el reflex que le permite la fotografía digital; de esos escenarios construídos emerge la garra de la intepretación para sujetarnos y consumirnos en la poesía de su exquisito ensayo.
El fruto que se produce en aquella Babel del 8mogo cartaginés, no deja de cargar el espíritu del laberinto, del “sube y baja” donde al andarlo se van destapando esos trajes con que el grupo se presenta al público y al mundo del arte: la incertidumbre, el eje cuestionante de lo que no se sabe pero que se debe asumir. Hay que decir que estamos en otros tiempos, y si lo incierto se desvaneciera o no existiera, la vida carecería de interés, sería vana y vaga ilusión.
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